domingo, 11 de abril de 2010

Un poquito más...



Y mientras dormía descubrí ese lugar, y me di cuenta de que es ahí donde se encuentran todas las cosas importantes, todo lo que me hace ser lo que soy.
Cuando deambulaba maravillada entre cada uno de los trozos de mi ser me pregunté como no había caído antes, como me había costado tanto hallar lo evidente, hallar lo que sólo yo sería capaz de ver.
Primero me paré delante de algo fosforescente que llamó mi atención poderosamente. Había una puerta, cerrada con un candado a la que me acerqué más. Aquella puerta y yo teníamos un descomunal magnetismo, era como si lo que había ahí dentro me gustase antes de conocerlo. Cuando estiré la mano para abrir la puerta y toqué el candado se abrió con sólo rozar mi piel. Asomé la cabeza y vi trozos de mi vida flotando, tenía ganas de tocarlos, de vivirlos como en esos momentos otra vez. Sin vacilar entré y la puerta se cerró tras de mi. Estaba desconcertada, no sabía como afrontar la emoción de los momentos que estaba recordando, me tumbé y empecé a mirarlos uno por uno.
Vi todos los pequeños momentos de mi infancia, vi los días en los que conocí a cada una de mis amigas, pude volver a sentir otra vez el momento en el que me enamoré, reviví cada uno de los besos que me han hecho vibrar, me volví a reir hasta el punto de notar esos pinchazos en la tripa, me sobrecogí con sus abrazos, disfruté nuestros silencios y sentí sus ojos clavarse en mi de esa forma que me paraliza. Después de un rato merodeando entre los instantes que habían marcado mi vida, salí por la misma puerta de antes con aun más ganas de descubrirme.
Empecé a caminar por un pasillo interminable en el que a cada cinco pasos que daba cambiaba el olor a mi alrededor, cada vez más y más apetecibles, y otra vez pude volver a vivir momentos, momentos en los que abundaron todos los olores que fui encontrando, cada vez más sorprendida. Al final del pasillo ya no había olores, ya no había luz, había una puerta exactamente igual a la de antes, pero al contrario que la primera, esta no causó un efecto atrayente en mi. Aun así una parte de mi ser sentía la necesidad de entrar y de seguir descubriendo. Así que, como la primera vez, puse la manó en el candado, que esta vez estaba helado y lleno de telarañas, como si nadie nunca hubiese estado ahí, y la puerta se abrió. Dentro estaba oscuro, pero pude entender el porque. Esa sala estaba llena de mis miedos, de mis confusiones, de mis malos momentos y de mis decepciones. Las paredes estaban rajadas y hacía mucho frío, más frío del que jamás había sentido. Esta vez, me tuve que armar de valor para pararme a observar cada uno de los trozos, pero lo hice. Sentí arder las heridas que quise hacer a un lado en el momento en el que me las hicieron, me volvió a doler el corazón con cada una de las mentiras que quise olvidar y mi cuerpo se paralizaba con la misma impotencia que nunca me dejó reaccionar. Este rato se hizo mucho más largo y difícil que el anterior, pero no podía irme, no podía cerrar la puerta como todas las otras veces y largarme esperando que todo aquello que guardaba desapareciese algún día. Estuve analizando todo lo que encontré, buscando a todo un porque e intentando sacar la parte positiva de todo lo que en su momento me hizo morir por dentro, para aprender de ello y no permitir que volviese a suceder, y a medida que iba pasando el tiempo, me di cuenta de que las grietas de las paredes iban cerrando y que una luz tenue empezaba a dar vida a aquella sala. Ya había terminado de ajustar cuentas conmigo misma, podía ir en paz con mis recuerdos, me había reconciliado con mis errores y había aprendido a perdonar los de los demás. Cuando desperté esa mañana, el sueño se había clavado en mis recuerdos y tu olor en mi almohada..

No hay comentarios:

Publicar un comentario